El día 7 de septiembre el Mtro. Joel Horacio Orozco González APT (Asesor Técnico Pedagógico) de Telesecundaria de Chihuahua escribió en el portal educativo Profelandia el articulo: ¿Vale la pena ser ATP? Casualmente al otro día, el Dr. Federico Martínez Gutiérrez Supervisor Escolar de Primaria en Michoacán escribió: Transformación del Rol del Supervisor Educativo: Hacia una Supervisión HUMACRITICA en la Nueva Escuela Mexicana, ambos desde sus perspectivas y contextos diferentes.
En la actualidad, las Supervisiones Escolares se encuentran inmersas en un proceso de cambió, evolucionando y deberán pasar de ser un ente autoritario a un organismo de apoyo, con ATP’s altamente calificados en tecnología y pedagogía. El ingreso a las escuelas de profesores jóvenes, cada día con mayor dominio de las redes sociales (especialmente YouTube y Tiktok) y tecnología en general hace de este requisito algo indispensable.
La frase «más territorio y menos escritorio» cobra relevancia, indicando una transformación en la práctica supervisora. Este nuevo enfoque requiere un conocimiento profundo tanto del personal como del contexto escolar, lo cual presenta un desafío considerando la cantidad de escuelas asignadas a cada supervisor.
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En Oaxaca, la edad promedio de los Supervisores de Secundaria es de 72 años, lo que hace que la brecha generacional entre el Supervisor y los profesores noveles sea inmensa, abriendo un área de oportunidad más inmensa aún para el ATP en el área pedagógica y tecnológica, dejando al Supervisor el área de relaciones humanas
En las Supervisiones Escolares el ATP debe demostrar ser un profesional en pedagogía y tecnología, alguien capaz ayudar a profesores noveles y ya con experiencia en ambos temas, capaces de reducir la carga administrativa, no alguien que solicite más documentos para comprobar que esta trabajando.
El ATP no tiene la fórmula exacta para solucionar tantas problemáticas en el devenir magisterial, pero si tiene frente a él, la gran oportunidad de ser un emancipador en su contexto inmediato; es decir, sus colectivos docentes, para generar esa reflexión y ese pensamiento crítico de cómo mejorar para lograr los fines del currículo nacional “aprender a desaprender lo impuesto para volver a aprender” (Walsh, 2020).
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